Mientras nuestra profesión y todos sus procesos técnicos son cada vez más complejos ya la vez automatizados, para dar respuesta a una sociedad cada vez más poliédrica, por el contrario los edificios de las bibliotecas están viviendo un proceso de depuración, un camino hacia un minimalismo funcional, orgánico y programático. Creo que los edificios bibliotecarios son cada vez menos complejos, más sencillos, más humanos… pero no por ello menos útiles. Hay dos ejemplos de bibliotecas mínimas, que se han limpiado de todo lo superfluo y accesorio: la Biblioteca de Ban Tha Song Yan, en Tailandia, y una Biblioteca académica personal en Nueva York… Evidentemente que son bibliotecas radicalmente diferentes, en contextos antagónicos y que buscan fines opuestas. Pero en el fondo pienso que esconden un deseo común, unos objetivos compartidos: repensar el concepto de biblioteca, sus usos, sus funciones, y reducirla a su mínima expresión; caminar hacia lo nuclear, encontrar su esencia misma.
Quizás necesitamos pensar en estos términos: ¿qué es lo fundamental en nuestra profesión? Quizá sólo lo son tres o cuatro cosas: y las personas y donde nos presentamos y nos relacionamos físicamente entre nosotros sean una de estas cosas… Los edificios de bibliotecas quizá van un paso por delante, y ya nos muestran cómo debería ser en un futuro que ya estamos viviendo. La digitalización y las nubes llenas de información y personas son factores imprescindibles para entender estos cambios. Tal vez las bibliotecas deberían ser precisamente eso, contenedores de personas. Sencillo y cercano, pero a la vez tan complicado y difícil de conseguir. Las bibliotecas son personas, y las personas son bibliotecas: y las dos bibliotecas que hemos referenciado van de forma clara y precisa en este sentido. Bibliotecas sencillas, de una sencillez profunda y abrumadora, y que buscan sólo satisfacer a sus usuarios. Sin artificios, de forma cruda y radical. Hoy en día ya es posible construir bibliotecas bajo estas directrices, de sencillez y simplicidad. Y lo es técnica y profesionalmente. Sólo hay que ser valientes, atrevidos. Los edificios de las bibliotecas deben ser capaces de centrarse en las personas, ya que al parecer el contenido (los documentos, los elementos, los libros…) serán difusos y vivirán etériamente. El continente y el fin último de nuestra profesión deberán mezclar: el continente, los edificios, se mezclan y se fusionan con las personas.