Y es que la reducción de los edificios llevará implícita una reducción aún más importante: la de la experiencia lectora, que transformará radicalmente el espacio de la biblioteca. Para esta experiencia única, individual e instransferible que es la lectura individual, habrá que dejar de pensar sobre todo en espacios comunes, para intentar encontrar espacios íntimos, profundos e irrepetibles. Espacios que faciliten la conexión única entre lectura, entorno y persona; una conexión que siempre tiene lugar en una única escala, la mia, la tuya , la de él o la de ella… y todas diferentes pero a la vez válidas e imprescindibles. Espacios que faciliten también la focalización en el hecho mismo de la lectura y que canalicen una mayor adquisición de conocimiento y de la información, independientemente de si se hace con un libro, un portátil o una tableta. En esta reducción ayudaría también una más que necesaria personalización de los espacios.
La escala es la representación gráfica sobre el papel de algo real. Pero también lo puede ser de hechos y de materias humanas como son la lectura y la información. Y en la era de las grandes aglomeraciones de información impersonales, se hace requisito indispensable que las bibliotecas se conviertan lugares de escala reducida, sencilla e individual, y que permitan una mejor experiencia sensorial y cognitiva, en todos los sentidos. Y la concepción de una nueva escala lectora es el mejor camino para conseguirlo.