Uno de los pilares principales de toda biblioteca es su condición intrínseca de perdurabilidad. Una biblioteca nace para quedarse, para perdurar en el tiempo. Es condición sine qua non. La misma filosofía profunda, la misma razón de ser de la biblioteca lleva escrita esta fuerte voluntad de permanencia. Es algo en que todos los profesionales creemos, y damos ejemplo; nadie pone en duda esta voluntad. Y no seré yo quien lo haga ahora, porqué sencillamente creo en ello firmemente. Y en esta voluntad es dónde muchas veces nos posicionamos reclamando que somos indispensables. Y es un motivo de peso, sin duda. Pero en los tiempos inciertos, rápidos y líquidos que nos ha tocado vivir, creo que no es, o no debería ser la razón de más peso, ni tampoco la única. Algo se está rompiendo.
La liquididad vehicula también una nueva forma de permanencia, a la que podríamos llamar permanencia efímera. Otras disciplinas ya experimentan con éxito con lo efímero, como la arquitectura misma, dónde tiene una excelente reputación. ¿Por qué no experimentar también con bibliotecas efímeras? No se trataria de crear bibliotecas precarias, ni de generar chiringuitos sin más. No. El nivel de calidad debería ser exactamente el mismo, es decir, el máximo. Lo efímero no tiene que hacer perder la excelencia, ni tampoco la dotación económica necesaria, y mucho menos el personal técnico calificado necesario. Y detrás de las bibliotecas efímeras, como pienso que también hay detrás de la arquitectura efímera, no hay ninguna voluntad hedonista, ni de despreocupación, ni de vivir el momento en un carpe diem bibliotecario… no hay nada de esto. Hay, eso si, una necesidad de resolver problemas puntuales y temporales a un determinado grupo de personas. Y cuando esta necesidad ya se ha cubierto o se ha resuelto, se hace inecesario mantener esta instalación. Se desmonta. ¿Sería un drama montar y desmontar bibliotecas, para pongamos por caso, un mes de vida? Bien, se debería mirar caso por caso, pero pienso que no, siempre y cuando aquella biblioteca haya resuelta de forma excelente las necesidades informativas para las cuales fue creada.
Evidentemente no hablo de crear bibliotecas efímeras sin más, ni de desmontar el actual sistema bibliotecario. Es, simplemente, añadir una variable más en el engranaje bibliotecario, y que dé una alternativa diferente a las experiencias efímeras que ya se llevan a cabo, basadas no obstante en la temporalidad y la ubicación física de los usuarios (biblioplayas, bibliopiscinas, etc.), y no en las necesidades informativas, que son por definición atemporales y ubicuas. La llave de todo es cómo compatibilizar de forma armónica y efectiva esta necesidad de permanencia, con la necesidad de dar una respuesta coherente y profesional al mundo efímero que nos rodea.