Nuestro modelo catalán de planificación y desarrollo territorial en el ámbito de las bibliotecas públicas nos ha permitido disponer y disfrutar de una red potente de equipamientos, extendida por toda Cataluña. Unas normas claras y unos estándares precisos han facilitado muchas veces el trabajo, y han agilizado los procesos y la concepción y el diseño de los edificios. Evidentemente, como en todo, hay matices, escalas de grises… pero pienso que en líneas generales, esto es así. Nos podríamos arriesgar a decir que ha habido política del café para todos? Y bueno, ahora que ya estamos todos en la mesa… ahora, ¿qué? Hace unos días vino Sergio Dogliani a Tortosa, a hacer una master class (a la que pude asistir) sobre los Idea Store, un nuevo concepto de biblioteca que ha impulsado en el barrio londinense de Tower Hamlets. Dogliani explicaba, en líneas generales, que para poder sacar adelante este proyecto se dio la circunstancia de ser en el momento preciso en el lugar adecuado. Vaya, se cazó una oportunidad: un barrio degradado, con un bajísimo uso y una pésima consideración de la biblioteca, fuerte inmigración, delincuencia… Un reto difícil, pero resuelto. Hoy, los Idea Store son un referente mundial sobre nuevos conceptos de biblioteca, nuevas formas de uso y nuevos caminos en el desarrollo de nuestras tareas.
¿Pero dónde quiero llegar? Bueno, sólo me pregunto si sería posible hacer nacer un proyecto similar en Cataluña, un Idea Store catalán. ¿Qué hacer para superar el café para todos? ¿Somos, seremos, capaces de introducir un elemento novedoso en el sistema, y desarrollar a partir de ahí un cambio en la concepción de nuestras bibliotecas? Sin duda soy de la opinión que a la larga habrá que cambiar la política bibliotecaria catalana, y dirigirse hacia el modelo de los Idea Store o similares. Creo que ahora es el momento, ahora es nuestra oportunidad, y que tal vez haya que adelantarse a los acontecimientos, dibujar nuestro futuro. Pero, ¿podremos hacerlo? Dogliani hablaba sobre los cambios: principalmente, la marca, el nombre comercial… pero también otros: cambios en la estructura organizativa, contratación de personal, atención al usuario, usos de los espacios, horarios, etc. Si, ha habido cambios, y estos han supuesto el éxito del proyecto. Pero desgraciadamente creo que en Londres (y en los países anglosajones) se parte de una ventaja que aquí, pienso, aún no tenemos, o no la tenemos tan acentuada: podríamos llamarla una madurez cívica y comunitaria, de toda la sociedad en general. La percepción y el sentimiento plenamente interiorizado de que los equipamientos públicos (y las bibliotecas en concreto) son tuyos, son nuestros, y por lo tanto, hay que sacar todo el jugo posible, desde todos los ámbitos imaginables. Quizás es cuestión de recorrido, de que pasen años, y de que nuestro comportamiento y nuestra mentalidad social y participativa crezca suficientemente. Pero pienso, sin embargo, que hemos puesto unos excelentes cimientos para poder tener un modelo similar aquí: unos fundamentos basados en una potente y firme red de bibliotecas (de todo tipo); y basados también en unos profesionales altamente capacitados y adaptados al cambio y capaces de caminar por nuevas vías.