Creo que ya va siendo hora de que nuestra profesión se replantee cuál es su posición dentro de la sociedad a la que da servicio. Ya hace días que me pregunto si debemos seguir siendo sólo una profesión del ámbito cultural, o si es necesario que también adoptamos roles y funciones del ámbito socio-sanitario y asistencial. Por qué hay un hecho innegable, y es que en los últimos años las bibliotecas han adoptado y adquirido una serie de funciones y usos que hace unos años creemos que eran pura ciencia ficción. Y lo mismo ocurre, claro, con los edificios bibliotecarios .
Ya hace tiempo que las bibliotecas son algo más que edificios culturales, y han adquirido una función social y ciudadana extremadamente potente y cohesionadora. Si bien es cierto que cada vez más se diseñan bibliotecas en espacios multifuncionales y polivalentes, y que incluyen desde auditorios, teatros o salas de exposiciones, creo que todavía hay una disfució en cuanto al diseño y la concepción de los edificios. Y es que aunque predominan los estándares y los requisitos del ámbito cultural y bibliotecario (metros cuadrados, fondos, horario de apertura, personal, etc …) … pero por el contrario, echo de menos (o directamente, no están ), unos estándares y unos requisitos más del ámbito social, sanitario y asistencial. No estoy diciendo que planificamos por ejemplo, si irán camas o no a las bibliotecas, pero lo que si que quizás habría que sería, por ejemplo, pensar en espacios de acogida y atención personalizada para cada usuario, como hay en los CAPS, y que permitan resolver todo tipo de atenciones y necesidades.Y es que pienso que habría un diseño y unas políticas globales a la hora del diseño de los edificios bibliotecarios. Se deberían intoduir parámetros de lo social en la concepción sobre el papel de los edificios, y que posteriormente éstos se tradujeran en unos edificios sociales, adaptados y abiertos a unas necesidades que cada vez son más sociales, ciudadanas y lúdicas, y quizá ya no tan culturales. Aquí las administraciones con capacidad y poder de ejecución de los edificios tienen mucho que decir, pero también el colectivo y sus asociaciones y colegios profesionales deberían tomar la palabra en este asunto. Nos conviene recomponer el rompecabezas en que se han convertido los edificios de las bibliotecas, reencajar todas las piezas, y adaptar esta parte de nuestra profesión a unas demandas sociales que cada vez son más fuertes y más necesarias, si, como queremos y pretendemos, queremos ser decisivos y convertir-nos en un colectivo con capacidad de decisión. Hay que dejar de entender las bibliotecas como edificios únicamente culturales, y que requieren un diseño en base únicamente desde la óptica cultural. La ciudadanía ya hace tiempo que usa las bibliotecas de formas muy diferentes. Ahora nos toca a nosotros dar este paso.